Proyecto 8.000m

viernes 24 septiembre, 2021

From issue: Cross Country en Español 62 – Octubre 2021

La zona de vuelo libre más grande del mundo recibió a un equipo de siete pilotos en junio y julio para una aventura de proporciones épicas. Ed Ewing conversó con François Ragolski y Antoine Girard de su viaje pionero

En junio de este año, un equipo de siete pilotos de parapente fueron a Pakistán a una expedición de ocho semanas con varios objetivos. Su plan: pasar seis semanas de aclimatación y vuelo en la región de Hunza, en un sitio relativamente famoso llamado Nido del Águila, a 2.900m, en Karimabad, antes de ir al sureste, al glaciar Baltoro y al área de Concordia.

Concordia es el lugar en que confluyen el poderoso glaciar Baltoro y el Godwin-Austen, en el corazón de Karakórum. Está rodeado de montañas de 8.000m, incluyendo la K2 (8.611m), Broad Peak (8.047m) y las Gasherbrum (6.955m-8.068m). Fue aquí donde Antoine Girard voló a 8.157m sobre el Broad Peak en 2016, lo que lo convirtió en el primer piloto en superar los 8.000m. Regresó con Damien Lacaze en 2018, cuando completaron un viaje vol-vivac de 1.200km a través de las montañas.

Con esa experiencia, y con nuevos y eficientes contactos locales, regresó este año con un permiso oficial del gobierno para pasar 15 días volando en la región de Baltoro. Para escalar e incluso para hacer senderismo se necesita un permiso del gobierno, y esta sería la primera vez que se da un permiso oficial para volar parapente a gran altura.

La planificación tardó dos años y comenzó por ensamblar el equipo. “Queríamos buenos pilotos de parapente, claro”, explicó  Antoine. “Pero también en montañismo y esquí”. El primero fue Julien Dusserre, un guía de montaña con quien Antoine voló y escaló en Nepal en 2017. “Luego conseguimos a François [Ragolski]”. Campeón mundial de acro y experimentado piloto de vuelo vivac, François es guía profesional de esquí.

Los próximos fueron Seb Brugalla, guía de montañismo, instructor de esquí y miembro del equipo de cinematografía Flying Frenchies; y Alexandre Jofresa, piloto de prueba y excelente piloto de competencia. Los últimos dos fueron Fabi Buhl, un joven escalador profesional y piloto relativamente nuevo; y Guillaume Omont, otro guía de montañismo, esquiador y piloto experto.

“Teníamos tres equipos. Julien, Fabi y yo; Alex Jofresa y Seb Brugalla; y François y Guillaume”, explicó Antoine. El plan era combinar personas y habilidades para hacer proyectos combinados en varias semanas en las montañas: escalada y montañismo; vuelo y esquí por rutas vírgenes en picos de más de 6.000m; volar y escalar en picos de más de 7.000m; vuelo de distancia y vivac; y romper el récord de altitud de Antoine en Concordia, volando sobre los 8.000m.

“Para el equipo, por supuesto, las habilidades eran lo primero porque si no las tienes, pues no se puede hacer nada”, dijo François. “Pero la segunda interrogante era, ‘¿Quiero pasar dos meses con ellos en una aventura demencial arriesgando mi vida?’ Tienes que poder contar con ellos. Esa era la segunda gran interrogante para unirse al equipo”.

 

 

VOLAR HASTA 8.225M

De los cinco objetivos, el primero, escalar el Pico Ladyfinger, también conocido como Bublimotin, una lanza de roca de 6.000m, no se dio. “Era una ruta complicada en una pared de roca de 800m y lo cancelamos. Nevó durante 45 días seguidos por encima de los 4.500m y la pared estaba llena de nieve”.

El segundo, romper el récord de altura, lo hicimos dos veces. La primera, en uno de los primeros grandes vuelos de François en la región, en el que se supone sería un “día de descubrimiento”. La segunda fue el último día de la expedición.

François explica sobre el primero: “Fue el primer buen día del viaje. Dijimos, ‘hagamos un paseo por el valle, quizás unos 150km. Veremos’. Pero se presentó la oportunidad, ‘¡Vaya! Lo puedo hacer. ¿Por qué irnos? Adelante’.”

El resultado fue un vuelo de 199km, 7h25m, en el que voló hasta la cima del Rakaposhi, a 7.788m, ascendió por encima de ella y alcanzó los 8.225m. 

Fue en la segunda mitad del vuelo, al final del día, como a las 4pm. “Mientras me acercaba al Rakaposhi, noté que el viento en la cumbre soplaba en buena dirección y era fuerte. Pensé, ‘Creo que hacer dinámica”.

Pero la pregunta era cómo llegar hasta allá sin que me afectara el aire descendente que bajaba por la pared. “En el lomo de la montaña, las térmicas llegaban a los 7.500m. Desde ahí salté a la pared y bastó para remontar. Fue por suerte. Me conecté y remonté con el viento”.

Paso a paso, su meta era llegar a la cumbre. “Ya había hecho el mejor vuelo de mi vida. La cumbre habría sido la guinda en el pastel. Habría sido suficiente”.

Pero al llegar a la cima notó que seguía subiendo. ‘Pensé, pues, a seguir. Tal vez pueda subir más’. Y me di cuenta de que, ‘Cielos, quizás pueda subir hasta 8.000’”. Con el viento fuerte, remontando sobre la montaña, llegando a los 8.000m, el peligro era que el viento lo tirara hacia atrás. “No fue tan agradable, pero sabía que si me tiraba hacia atrás, tenía mucho espacio, podría ir viento en cola. No había obstáculos”. En este sentido, su vuelo fue distinto al vuelo de 8.000m que luego hizo Antoine en Concordia, donde estaba rodeado de picos gigantes.

“Ahí estaba, sobre la montaña, remontando por la nube de la cumbre y rebasándola. Creo que mi experiencia en El Hierro hizo posible que lo lograra. En El Hierro siempre volamos así. Lo he hecho 100 veces”. El Hierro es la pequeña isla en las Canarias donde en invierno entrenan los mejores pilotos de acro del mundo, con los fuertes vientos alisios del nordeste.

A 8.225m François dio la vuelta y siguió. “Fue la mejor parte del vuelo porque pensé, ‘¡No he terminado!’ Seguí volando hacia Diran, un pico de 7.200m que está atrás. Hice dinámica, wagga en la cima y rocé el estabilo a 7.200m. Creo que fue el mejor que he hecho.

“De ahí regresé al Spantik (7.027m) antes de volar viento en contra al campo base en Karimabad. Tres cumbres de más de 7.000m y el récord mundial de altitud en un solo vuelo”.

Tres días más tarde hizo otro vuelo largo – un triángulo de 246km a alturas de hasta 7.101m – pero a pesar de un gran esfuerzo, nadie alcanzó esa altura. “Estaba seguro de que volveríamos a romper el récord de altura, pero las condiciones no nos lo permitieron. Se complicaron y opté por hacer mucho esquí”.

 

COMBO ESQUÍ

Está el esquí y luego está el esquí. El esquí al que se refiere François no es un esquí cualquiera. Es despegar con equipo ligero, con un arnés y botas de esquí, con los esquís colgando para ponérselos en pleno vuelo, volar en térmicas por encima de los 6.000m y luego hacer distancia en el terreno nevado que elijas.

“El equipo de vuelo era ligero, solo 4,1kg”, dice. “Cada vez que volábamos había que hacer un poco de distancia. Podíamos volar a una montaña, luego quizás había una nube o el viento no era bueno y volábamos a un lugar mejor. Había mucho oportunismo”.

François, Guillaume y Fabi tenían esquís y esquiaron descensos largos. “Hice seis descensos, Guillaume algunos más, pero también fue a pie. Y Fabi hizo dos o tres. Le gustaba más escalar”. 

De nuevo, lo que querían Fabi el escalador, Antoine, Seb, Alex y Julien no era el clásico alpinismo a gran altura. Su objetivo era volar hasta puertos altos a 6.000m o más, y luego llegar a picos de 7.000m. Así podían ahorrarse días de caminata.

Antoine y Julien fueron los pioneros de esta técnica en Langtang, Nepal, en 2017, cuando intentaron conquistar el remoto Langtang Lirung (7.227m) volando. El éxito fue parcial. Se ahorraron tres días de caminata con dos horas de vuelo, pero el clima saboteó la llegada a la cumbre.

Pero esta vez el ascenso fue exitoso. El Spantik (7.027m), también llamado Golden Peak, por lo general requiere de un acercamiento y escalada de dos semanas. Antoine lo hizo en menos de ocho horas, ida y vuelta. Pero no fue fácil. “Tres fuimos a subir el Spantik y yo aterricé a unos 6.500m, luego de un vuelo de 40km. Pero estaba solo. Despegamos antes del mediodía desde Nido del Águila, aterricé a las 2.30pm, me puse mis crampones y me fui a la cumbre, mi piolet y yo, nadie más”.

Viajar solo por un glaciar con tanta nieve fresca puede ser letal. No se ven las grietas, que pueden ser del ancho de un pie, en la superficie que se abre hacia cavernas de hielo de cientos de metros de profundidad. Un paso en falso y desapareces.

“El plan no era hacerlo solo. Despegamos cuatro, pero Julien y Guillaume pincharon y tuvieron que volver a despegar. Me quedé con Fabi, pero el viento era muy fuerte y él no quería ir al Spantik porque no teníamos esquís. Los usamos para aterrizar y volver a despegar”.

A estas alturas se vuela mucho más rápido y aterrizar en esquís es una buena forma de restar velocidad. Lo mismo para despegar. Te permite ganar velocidad rápidamente en la nieve. “Pero volar con esquís no es fácil. Fabi dijo que prefería aterrizar e intentarlo otro día. Así que estaba solo, pero no era el plan”.

Antoine cayó en seis grietas en su escalada. “No fue el cuerpo entero, sino el pie. Seis veces el pie y una vez el cuerpo, en la cumbre”.

Le tranquilizaba saber que Julien y Guillaume venían detrás de él. Despegaron de nuevo y aterrizaron en el mismo lugar unas tres horas más tarde. Escalaron al final de la tarde y llegaron a la cumbre en la oscuridad, antes de volver a bajar adonde estaba su equipo.

“Al ver a Julien y a Guillaume supe que podrían llegar hasta mí en tres o cuatro horas, y sabía que si caía en una grieta verían la abertura y tendrían una soga, así que cuando los vi me calmé”.

Se comunicaban por radio, pero era obligatorio ahorrar energía, así que las apagaban con frecuencia. “Les expliqué dónde estaba y qué hacía”.

Luego de descender, Antoine volvió a despegar cerca de las 6.30pm y volvió a la pensión en Karimabad. Dejó a sus amigos disfrutando su vivac a 6.500m antes de que regresaran a casa temprano en la mañana.

Para François, que no es escalador, la situación era dramática. “El día del Spantik el viento estaba increíblemente fuerte. Era como, ‘M**a, ¿por qué van tan al límite?’ Estaba volando, vi a Fabi volando en reversa y yo estaba a 30km de él. Con los esquís y el equipo de montañismo, Antoine seguía adelante. 

“Lograron recogerlo todo, pero cuando Guillaume aterrizó hizo un aterrizaje de locos, se arrastró por la nieve y dio tumbos por una pendiente. Quedó muy impactado. Pasó media hora sin hablar. Era tarde, estaban cansados y durante la noche a Guillaume se le congelaron los dedos de los pies”.

Salieron de la montaña sin problemas, pero Guillaume tuvo que descansar 12 días para recuperarse del congelamiento.

Para François fue una advertencia, pero también una inspiración. “Hay muchísimos picos de 7.000m que se pueden hacer sin problemas con parapente y escalada e incluso esquiada, pero hay que ser muy afortunado con el clima y la nieve”.

El segundo intento en un pico de 7.000m fue en Diran, pero fracasaron. “Lo intentamos tres o cuatro veces, pero el clima era malo y no pudimos llegar al aterrizaje”, dijo Antoine.

François agregó: “Lo intentaron cinco días seguidos en Diran, pero nunca llegaron. Yo volaba y esquiaba a unos 10km. Era lo que me gustaba. Todos estábamos en la misma montaña, pero no tras la misma meta. Fue increíble”.

 

BROAD PEAK

Por desgracia para François, su tiempo en las montañas terminó con un mal aterrizaje de ladera que le fracturó el hombro. Se recuperó, volvió a despegar y voló de vuelta – una historia que aún no está listo para compartir en su totalidad – y recibió atención médica inmediata. Pero para él la expedición había terminado. Fue una pena porque el final del viaje llevó al equipo al área montañosa más grande del planeta.

“Volar en el Baltoro es muy fuerte”, dice Antoine, haciendo énfasis. “Volábamos cuatro, seis horas y cuando aterrizábamos no podíamos hacer nada. Teníamos que irnos a dormir. Estábamos muertos. Hay que pilotear todo el tiempo y es muy difícil. Si un piloto que no tenga el nivel vuela aquí, sería demasiado peligroso, sin duda”.

Hace énfasis en lo difícil que es volar aquí – no solo por el vuelo a gran altura en montañas muy altas, sino por la lejanía. Si aterrizas antes de tiempo, te espera una caminata de dos días por el glaciar hasta la base. Si te doblas un tobillo en el valle equivocado puedes pasar semanas ahí. No hay equipos de rescate ni helicópteros. Estás solo.

El permiso oficial de Antoine era para 15 días de vuelo y al final consiguieron una extensión de tres días para él y para Fabi, cuando los demás ya se habían ido. El permiso oficial para volar no costó nada, pero implica ciertas obligaciones que incluyen llevar un funcionario de enlace y un guía local.

Eligieron el Paju como su base, a 3.400m. El despegue estaba 750m más alto y caminaban hasta él todas las mañanas. “Podías despegar desde más abajo, pero era difícil ascender con la brisa del valle”, dice Antoine.

Los primeros tres o cuatro días simplemente exploraron, afinando la ruta de 40km subiendo por el glaciar Baltoro – uno de los más largos fuera de las regiones polares – hacia el Broad Peak. “He pasado seis meses de mi vida en el Baltoro y los primeros dos o tres días fueron increíbles. Cielo azul y ninguna nube. Espectacular. Nunca me había pasado”.

Estaba estable, pero se podía volar, y luego de ponernos cómodos, todos en el equipo llegamos a Broad Peak. “Cuando llegamos a Broad Peak llegamos hasta 7.500m, luego 7.300m, pero había mucho viento a gran altura y era difícil adentrarse y ganar altura”.

Luego de media docena de vuelos determinaron la mejor aproximación. Como el Broad Peak da hacia el oeste, solo se puede volar después de las 2.30pm, así que tenían mucho tiempo para llegar con el vuelo de la mañana. “Teníamos mucho tiempo para pasear, pero la meta era llegar al Marble Peak (6.256m) a las 2.30pm.”

Despegando desde un mínimo de 6.500m, cruzarían el glaciar Godwin Austen como transición hacia la pared oeste de Broad Peak, con la idea de alcanzar los 5.800m como mínimo. Suena muy alto, pero como dice Antoine, “El suelo está a 5.000m. Si no encontramos una térmica, aterrizamos en cinco minutos”.

La ventana es muy corta para ascender 2.000m hasta la cumbre antes de tener que regresar a casa. “El campamento base está a 40km y si comienzas después de las 4pm no podrás regresar porque vuelas en las caras sureste y no se pueden volar después de las 5pm. La ventana para llegar a la cima es corta”.

Seb Brugalla alcanzó la mayor altura en estos vuelos, con 8.114m a las 3.55pm el 11 de julio. “La tercera mayor altura del mundo, por cierto”, destaca François.

DÍA DEL RÉCORD DE LOS 8.407M

El día del récord salió literalmente de la nada. Fue el último día de la extensión del permiso de tres días y Antoine y Fabi tenían una última oportunidad. “El pronóstico era muy bueno”, dice Antoine. En Francia, el amigo de Antoine, Fred Pieri, que trabaja para Ozone, les enviaba todos los días los pronósticos del tiempo para la región por SMS con un rastreador satelital inReach. Había sido “bastante preciso”, pero este día no era positivo. “Dijo que no era bueno, que no habría nubes y estaría estable, así que no estábamos motivados”.

Pero el pronóstico diario había ayudado a Antoine y al equipo a entender el lugar. “Al principio, Fred pronosticó viento del oeste y pensamos, perfecto, podemos volar la pared oeste de Broad Peak. Pero ahí las montañas son tan grandes que cuando el viento golpea la pared no solo sube. Va a la derecha y a la izquierda y también hacia abajo.

“Cuando llegamos a la cara oeste de Broad Peak, hallamos descendencias y pensamos que estábamos en el sotavento. Al principio no lo entendimos”.

Pero cuando lo entendieron, se dieron cuenta que tenían que llegar a la pared a tanta altura como fuera posible y luego remontar en dinámica. También aprendieron que si el viento era un poco cruzado, de norte a sur, debían volar la pared norte o la sur.

Así, el último día, Fabi y Antoine llegaron a Broad Peak siguiendo su rutina habitual, pero el viento del oeste era cruzado y Fabi se fue a la pared sur. “Vi que Fabi no estaba ascendiendo, así que en ese momento decidí cruzar a la pared norte. Ahí hallé una térmica. No sé por qué, era estable, pero lo hice. Me llevó hasta los 7.000m. Y desde ahí fue una mezcla de térmicas y planear hasta los 7.500m. Ahí, justamente a los 7.500m, solo encontré viento, no térmicas”.

Fue ahí donde Antoine comenzó a encontrar problemas. Sorprendentemente, no usa oxígeno en sus vuelos y prefiere aclimatarse bien y pasar solo períodos cortos a alturas extremas. Pero, de pronto, a 7.500m, se topa con un obstáculo infranqueable. “Perdí la sensación en mis manos. No podía moverlas y decidí dejar de volar y seguir derecho. Llamé a Fabi por radio y le dije, ‘Tengo problemas. Por favor, ayúdame’. Si pierdes las manos pierdes la vista. Le dije a Fabi que creía que estaba a punto de perder la visión”.

Volando en línea recta por la pared oeste de Broad Peak, descendió a 7.000m, donde, asombrosamente, se recuperó al instante y se sintió mejor. “Así que decidí regresar e intentarlo de nuevo”.

Volando rápido y ahora con una “mente en perfecto estado”, navegó hacia la ola de viento de 70km/h que soplaba por todo Broad Peak. A sus espaldas, un océano de picos se extendía cientos de kilómetros.

El vuelo hasta los 8.000m tomó solo seis minutos, con un promedio de 2,7m/s y núcleos de 6m/s. Otros cuatro minutos para ascender más lentamente hasta los 8.407m (1,6m/s en promedio), donde el ascenso se extinguió. Estaba, literalmente, por encima de todo. Solo el K2, solo 204m más arriba, era más alto, a unos 10km al norte.

¿Cómo era estar a 8.407m, en la cima del mundo? “No pensé en nada. Solo volaba. Fue un momento perfecto”, dijo después Antoine.

Abandonó su percha a 8.407m a las 3.54pm, justo a tiempo para su vuelo de vuelta al campamento base. Haciendo dinámica por encima y luego a lo largo de las montañas que bordean el lado norte del glaciar Baltoro, recuperando altura en el camino, recorrió los 40km de vuelta a casa, para aterrizar en el polvoriento y congelado lecho del río, a 3.383m, a las 5:18pm.

La aventura de ocho semanas en el Karakórum fue un éxito y finalmente había terminado.

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