Magia en el Mont Blanc

viernes 19 noviembre, 2021

From issue: Cross Country en Español 64 – Diciembre 2021 / enero 2022

El primer día de septiembre hubo condiciones excepcionales en el Mont Blanc que permitieron que algunos pilotos escalaran y volaran desde la cima en la montaña y después completar la impresionante vuelta al Mont Blanc en la tarde. Jake Holland estuvo ahí. Fotografías: Olivier Laugero y Jake Holland

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urante tres meses, así de enorme es el Mont Blanc. Con 4809m, es la montaña más alta de Europa Occidental y su cumbre es una frontera natural entre Francia al norte e Italia al sur. 

El cazador de gamuza y de cristales Jacques Balmat y el doctor Michel Paccard fueron los primeros en escalar la montaña el 8 de agosto de 1786, fecha que marca el inicio del montañismo moderno. Unos 245 después, su cumbre nevada sigue siendo un reto y atrae a unos 30.000 escaladores al año, así como esquiadores y en décadas recientes, pilotos de parapente. 

Podría discutirse que el Mont Blanc entrega su cumbre demasiado fácil, sobretodo si lo comparamos con los afilados Matterhorn (4478m) en Suiza o la Aiguille Verte (4122m), su vecina en Chamonix que solo puede escalarse con habilidades razonables. Sin embargo, el Mont Blanc es especial en su propia forma. No solo es el pico más alto en Europa occidental, sino que también es uno de los macizos más grandes. El espacio que ocupa es enorme y tiene muchos picos secundarios que cuelgan de sus lomos anchos. 

El macizo como tal, corta Francia, Suiza e Italia. Por sí solo ilustra la complejidad de la geografía que está compuesta por muchos valles y collados altos alrededor del pico que crean barreras físicas enormes entre comunidades que están apenas a unos kilómetros las unas de las otras a vuelo de pájaro.

Comprometerse a vivir bajo la sombra de este gigante es una decisión fácil para la comunidad internacional que llama Chamonix su hogar. Puede que suene cliché, pero la cantidad de aventuras clásicas accesibles desde la puerta de tu casa podrían ocuparte toda la vida. Si a ello le añadimos imaginación y motivación, vivirás días inolvidables. 

Al igual que todo al aire libre, las condiciones son clave. Debido a su altura elevada, en el macizo del Mont Blanc con frecuencia hay viento fuerte. La cantidad de días en los que se puede volar desde su cumbre redonda no son muchos. Esto combinado con la prohibición de volar en verano para darle espacio al servicio de rescate (PGHM) para llevar a cabo la impresionante hazaña de rescatar personas heridas y atascadas en la montaña hace que las oportunidades de escalar y despegar desde la cumbre se reduzcan enormemente. 

Afortunadamente, en septiembre generalmente hay buenas oportunidades con sistemas de alta presión estables y mañanas despejadas, que lo hacen uno de los mejores meses para intentar escalar y volar.

 

El ascenso

Existen muchas rutas para llegar a la cumbre del Mont Blanc y la clásica es la ruta Goûter, por la cresta oeste. Es una ruta clásica de caminata y miles la hacen al año. Para los guías de montaña en Chamonix, es su pan de cada día. 

Del lado este de la montaña está la Aiguille du Midi, una torre de granito prominente de 3842m que vigila el acceso a la gran montaña. Uno de los teleféricos más famosos del mundo va desde el valle de Chamonix hasta casi su cumbre y permite llegar a los picos y glaciares del macizo. Casi a nivel mítico, desde la última estación del teleférico de Midi se puede escalar el Mont Blanc por los Tres Montes. El primero es el Mont Blanc du Tacul (4248m), después está el Mont Maudit (4465m) y por último, la gran montaña. Esta ruta es un poco más técnica y está expuesta a laderas empinadas y seracs enormes que cuelgan amenazantes. Escalar por esta ruta requiere habilidades sólidas de montañismo y no es para montañistas sin experiencia.

El 1ro de septiembre termina la prohibición de vuelo y el clima estaba genial. Trabajo como camarógrafo y cineasta a destajo y este verano estuve trabajando en un documental con Far North Productions, producido por Malcolm Wood que tiene planeado llevar a la vida parte de la historia del Mont Blanc. Ese día, estaba grabando a mis amigos Fred Souchon y Bastien Fleury, que trabajan en el PGHM Chamonix (rescate de montaña) y les encanta estar en montaña.

Mientras jadeaba y forzaba a mi guía para que se adelantara al grupo, el cielo color pastel empezaba a cobrar vida y se acercaba esa ventana corta y especial para quienes les encanta hacer imágenes. El montañismo es gracioso. Puede que haya más incomodidad que placer, pero eso es lo que hace que esos momentos gloriosos que ni sabías que existían parezcan aún más intensos.

La ruta clásica requirió salir del refugio de montaña a las 2am, rodeados de oscuridad. Nuestra concentración estaba limitada al foco de luz estrecho de nuestras linternas frontales. Nos esforzábamos principalmente en avanzar montaña arriba, con una que otra toma con la cámara para documentar la parte inicial del ascenso. 

Lentamente, empezamos a ver las montañas a nuestro alrededor que se revelaron de la oscuridad como una foto en un cuarto oscuro, formas enormes que empezaban a dibujarse con toques de lo que se convertirían en colores fluorescentes. 

El trabajo de un equipo de producción pequeño es como el de una navaja suiza pequeña. Cambiar la cámara RED por el dron, esforzarse para capturar todas las imágenes que pudiéramos en tan poco tiempo. El amanecer llegó rápido mientras nos esforzábamos para llegar a la cumbre. Cuando llegó, fue glorioso y pleno. Apenas los colores fluorescentes hicieron su aparición para crear esa tonalidad de otro mundo, empezaron a dar paso al brillo más constante de la luz del día. 

En la cumbre, me sentí mal como siempre, no completamente aclimatado, pero impresionado por las posibilidades que teníamos alrededor. Con apenas un soplido de viento, el dragón había estado temporalmente domado y en su cumbre estaban varios caballeros listos para despegar. 

Fue un placer ver a otros grupos arriba, todos habían luchado contra sus propias dudas para estar ahí. La petulancia que emanaban los que tenían alas contra los que no tenían era casi palpable. Saber que en 30 o 40 minutos estaríamos deleitándonos en la seguridad del valle después de dar cuatro o cinco pasos es algo poderoso. Para aquellos sin alas, la realidad es seis a ocho horas de caminata montaña abajo por terreno peligroso lleno de trampas malvadas. 

Grabar parapente es emocionante. Las velas coloridas producen imágenes atractivas mientras atraviesan esta tierra de hielo y granito dorado. Las lenguas glaciares cuelgan de las piedras y forman esculturas inverosímiles. Volar por ahí es surreaslista. 

Después de aterrizar y terminar mi trabajo, me alegraba saber que tantos años de conocimiento y habilidades técnicas adquiridas con esfuerzo se habían reunido nuevamente para lograr otro extravagante día de trabajo. Pero el día no se había acabado. 

Si los días en los que se puede volar desde la cumbre son un 5% del año, entonces la cantidad de días en los que se puede volar desde el techo de Europa y hacer la legendaria circunnavegación justo después deben ser el 1%. A pesar de ser un vuelo de apenas 65km, te prometo que esa cifra está llena de más térmicas fuertes y paisajes alucinantes que quizás en otra parte de Europa. Fred y yo estábamos ansiosos de ver si lográbamos aprovechar estas condiciones fantásticas y ganar por partida doble.

 

Vuelta al Mont Blanc

Cambié mi UFO de AirDesign de 13m por mi equipo de distancia y sentía en mi mente que luchaba con la falta de sueño. Me prometí a mí mismo que aterrizaría si no me sentía bien cuando llegara a base de nube. 

Las vocecitas me molestaron por la cresta inicial sobre Planpraz. Había muchos pilotos en vuelo. Luchaba contra la paranoia. ¿Y si no veía a alguien y chocaba contra el? ¿Estoy demasiado cansado para esto? Me siento fatal. Ve a aterrizar. 

Llegué a base de nube y las dudas empezaron a disiparse. El cansancio desapareció como aquellos colores pasteles a principio del día y sentía que mi agudeza mental volvía.

Despegué a las 12:30pm, un poco retrasado con respecto a los demás pilotos, pero las condiciones estaban un poco más establecidas. Para cuando estaba en el glaciar de Le Tour, empecé a alcanzarlos. Se siente bien estar con otros pilotos, calma los nervios y las dudas de si las condiciones son las adecuadas. 

Cuando llegué al glaciar de Le Tour, vi a Micky von Wachter volando en biplaza. ¡Qué belleza ser un piloto con suficiente habilidad como para llevar a alguien a un vuelo tan glorioso! 

Cuando cruzamos hacia Suiza fue donde empezó la parte técnica del vuelo. De ahí, se cruza de una arista a la otra, que dividen a los glaciares que descienden de los picos más arriba. Las condiciones de ese día hicieron que voláramos un poco bajos del lado suizo, pero estar en la retaguardia del grupo me permitió ver de dónde habían partido los demás a la cresta siguiente demasiado bajos y que les costaba mantenerse en el valle y dónde los demás remontaban bien.

Después de pasar por el último glaciar suizo y por el Col Ferret (2537m), llegamos al lado italiano del Mont Blanc. Aquí es donde el paisaje pasa de ser épico a colosal, casi a escala de los Himalayas. Jugamos con un techo a más de 4000m, giramos térmicas turbulentas de 6m/s por crestas icónicas que a pie requerirían días. Es aquí que el vuelo se convierte en algo tan especial para mí. Es el nido del cuervo de las montañas. Ves cosas con tan poco esfuerzo físico, que los montañistas de otra época no lo creerían. 

A 3350m el Col de Miage es el último y más alto de los obstáculos de la vuelta al Mont Blanc. Había subido a pie unos meses antes, durante el rodaje del mismo documental del Mont Blanc. En ese entonces, cada paso lo habíamos sudado. Pero aquí estaba, volando a 3750m sobre el mismo relieve, con una visión más amplia de la montaña. Es colosal, enorme, la cantidad de hielo que tiene hay que verla para creerlo. 

Qué día tan espectacular.

Gracias a Fred por la inspiración y a Micky por haberme mostrado el camino por el último collado.

 

La vuelta al Mont Blanc es un clásico de 65-75km que requiere condiciones excelentes. Jake despegó del valle de Chamonix en Planpraz un poco después del mediodía. La ruta lo llevó en el sentido de las agujas del reloj por Aiguilles Rouges, para luego cruzar hacia Le Tour a Suiza. Ahí llegó al lado sur del macizo, desde donde saltó de una cresta a la otra por el lado sur del Mont Blanc. El techo alto le permitió cruzar de vuelta a Francia por el norte del Col du Miage (3350m) a 3750m. De ahí, hizo un planeo espectacular para regresar a Chamonix.

PELÍCULA

Ve el video de ocho minutos de Jake, Mont Blanc Unlimited 

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