John Silvester

lunes 19 julio, 2021

From issue: Cross Country en Español 60 – Agosto 2021

John Silvester fue un pionero en la montaña, conocido primero como escalador y posteriormente como piloto de parapente. Sobresalió tanto en el vuelo de distancia como en competencia. Sin embargo, fueron sus excelentes logros en alta montaña en el Himalaya indio y el Karakórum en Pakistán que lo sacó del montón. Allen Weynberg, amigo desde sus inicios, recuerda. Fotos de Olivier Laugero y Ray Wood

“Lo que puede explicarse no es poesía” (W.B. Yeats)

John Silvester me liberó.

Observo un enredo de cintas y cuerdas fluorescentes. Toco las hebillas con inseguridad. Una sensación profunda de anticipación combinado con el olor de brezo húmedo y excremento de oveja.

“¡Ah! ¡Se nota que eres nuevo!” Dice una voz chillona y empieza a reírse como bruja.

Se acerca dando unos pocos pasos y organiza mi equipo con habilidad. Me pongo todo. Silv infla el ala y la acomoda. Me doy la vuelta. Dejo el suelo con un empujoncito delicado.

John descansa en paz entre las montañas galesas donde hizo su vida. Los diarios británicos The Times y The Telegraph publicaron obituarios – seguramente la primera vez para un piloto de parapente en Reino Unido – y dieron cifras. “De 61 años, nacido el 18 de diciembre de 1959 en Lymington, Hampshire; falleció el 23 de mayo de 2021 en su casa de piedra en Snowdonia, Gales”.

Pero John nunca fue de números, vivió líneas y le encantaban las montañas. Líneas que subían por caras de piedra, por las montañas y después remontaba sobre las cordilleras más escarpadas. Todo con una intensidad ardiente y entusiasmo que nunca aburrían.

Molly, la hija mayor de John me describió a su padre: “Papá era divertido, pero sincero y también decía bastante ‘¡Coño!’ Cuando caminábamos siempre lo hacíamos por lugares alejados y parecía que siempre había algo nuevo – incluso si era solo descubrir un tipo diferente de liquen o una escalada de piedra a mitad de una colina de zarzas. Creo que infundía una sensación de creatividad dentro de nosotros, que nos dimos cuenta que puede hallarse en cualquier cosa, desde el parapente hasta el arte.

“A pesar de respetar la competencia, también seguía su curiosidad y le gustaba la ingenuidad de una nueva aventura. Preguntaba, experimentada y disfrutaba meterse en proyectos, ya fueran de vuelo, construir su casa o formularse teorías de cómo vivir de forma sustentable”.

Una de esas fases de sustentabilidad, recoger animales atropellados, horrorizó a los “abuelos mojigatos” de Molly, recuerda. “[Una vez], cuando llegó a visitarlos después de haber viajado siete horas insistió en descuartizar un ciervo sangriento en el jardín que había recogido en la carretera media hora antes con el cuchillo de la cocina y lo metió en el congelador, para después comer pastel de pescado de la abuela”.

¿Qué legado le dejó a la comunidad de parapente? Me senté afuera una mañana fría de invierno en Australia el jueves y llamé a Gavin McClurg (entrevisto al entrevistador, Silv debe haberse muerto de la risa, donde sea que esté). Gavin estaba en el aeropuerto camino a la carrera. “Hice todo por primera vez con él, mi primer vuelo vivac, y mis primeros 100km fueron con Silv”, dijo.

En 2009, Gavin hizo un viaje para hacer un vuelo de aventura a Bir/Billing en el Himalaya indio con Himalayan Sky Safaris – Eddie Colfox era el organizador, Jim Mallinson era el intelecto y Silv era el sabio. ¿Qué tal estuvo?, pregunto. “Bueno, nadie entendía lo que decía por radio, así que solo lo seguíamos. Nunca había visto a nadie subir y bajar tanto. Me quedaba bajo y Silv descendía, me mostraba adonde ir y después volvía a remontar. Lo hacía una y otra vez”.

En 2011, Gavin volvió y volaron hacia atrás de Bir. Hicieron 50 kilómetros en tres movidas y después acamparon una noche en la montaña. La mañana siguiente, despegaron y regresaron volando al despegue. Llegaron alto mientras los demás apenas se estaban preparando. Silv hizo que a Gavin se le abriera todo un mundo de posibilidades y lo describe como uno de sus primeros mentores.

John Silvester tenía muchas facetas. El mundo vio al montañista, Long John Silv; el parapente vio primero al piloto de competencia – poco ortodoxo, volaba bajo y rápido y después al explorador de altura, el hombre pájaro del Karakórum. En su hogar en Gales, en cambio, este talento audaz y animado inspiró a una comunidad pequeña de pilotos comprometidos de la década de 1990 en adelante.

Silvester dejó su hogar en el sur de Inglaterra para estudiar genética en la Universidad de Liverpool. Por un interés en la espeleología y después en la escalada en roca, se dejó llevar por las montañas galesas y el grupo ecléctico de hedonistas individualistas que componía el mundo de la escalada de Llanberis, un pueblo de montaña en el noroeste de Gales. La escalada en el paisaje industrial gris de las canteras de pizarra estaba en auge y el ojo de John para ver líneas de escalada le llevó a hacer el primer ascenso de The Rainbow of Recalcitrance. La ruta era E6, 6b – difícil y remota, una de las mejores líneas de escalada en roca británica – fue descrita en Slate: A Climber’s Guide como “Magnífico esfuerzo de un hombre obsesionado”. Recibe tres estrellas, “Una línea elegante por la onda prominente… en la mejor de las losas de pizarra”.

Por esa época, en 1985, conoció a Nicky que trabajaba en un centro al aire libre y las siguientes décadas siguieron un patrón. Compartían su cabaña de piedra en Gales entre una misión y otra de Silv. Nicky se despedía y John se iba a perseguir líneas en la montaña. Grandes Jorasses, la cara norte del Eiger y después, como dijo Molly B, “se jodió los tobillos y empezó a volar parapente, compitió”.

El excampeón de parapente y ala delta y uno de los fundadores de Ozone, Robbie Whittall, describe el mundo de la competencia de esa época. “Durante años, fuimos a muchas competencias de parapente en Europa. A veces se volaba excelente, ¡pero me acuerdo más de los tantos días de lluvia!”

“John tenía una van Renault Traffic chasis largo vieja, hecha pedazos y era un punto de encuentro excelente. Jugábamos cartas, bebíamos té y fumábamos junto a una pandilla de réprobos expertos. Fue buena época, en tierras lejanas por lo que había un poco de abandono tanto en tierra como en el aire. Todos buscábamos libertad y sin saberlo, quizás, ¡John era nuestra inspiración y nuestro líder!

“La van era un punto de concentración que atraía una locura especial dentro de su vórtice. Uno entraba de día y salía de noche después de muchas horas de risas, cuentos y un buen rato con el Sabio”.

De vuelta en casa, fuera de temporada, el mundo de vuelo de Snowdonia se iluminaba con Silvester, la estrella local. El piloto local Keith Simpson recuerda con aprecio esa época. “Volé muchos años con John en Gales del Norte y era en condiciones difíciles o marginales donde demostraba su verdadero genio. En días buenos, lograba remontar e incluso mantenerme (brevemente) con el, pero los días malos en los que los mortales no lográbamos ni subir más arriba de la montaña, volaba fácilmente de Moel Eilio, hacía el circuito de Snowdon [la montaña más alta de Gales] y regresaba volando hasta su auto.

“Lo más molesto es que ni si quiera tenía las palabras (o ganas) para explicar cómo lo hizo. Creo que su forma de volar era tan innata que quizás era demasiado sencillo de explicar. Recuerdo una vez que estábamos ambos atascados, rascando en una lomita. Eventualmente sucumbí ante la gravedad y el salió disparado”.

“En nuestro ‘análisis postvuelo’, relajado frente a la estufa, comentó que se había acordado que hacía unos años, en el mismo lugar, había visto una semilla de diente de león flotando por una cresta, ¡así que intentó remontar ahí y lo logró!

El poeta irlandés W.B. Yeats dijo, “El mundo está lleno de cosas mágicas esperando pacientemente a que nuestros sentidos se agudicen”. Los sentidos de Silvester se agudizaron en las rocas galesas y en el tren de la Copa del Mundo. Su siguiente decisión lo llevó al Himalaya y redefinió lo que sería el parapente.

Bob Drury estuvo con el en una de esas primeras aventuras. “John vino de otra parte diferente de la escalada que yo”, explica. “Yo era parte del mundo joven de la escalada en roca de Gales que iba al límite del deporte en Gran Bretaña, mientras que John era un hombre de montaña que llegó al mundo del montañismo y de los ascensos alpinos espantosos por caras enormes de nieve y roca. “No es de extrañarse que cuando nos encontramos como pilotos nos emocionamos ante las posibilidades que traía el parapente”.

Se embarcaron en una aventura de vuelo vivac por el Himalaya que marcó una era desde McCleod Ganj en el norte de la India por la parte delantera del Himalaya indio hacia la frontera occidental con Nepal. Hicieron 11 vuelos y recorrieron 500km en varias semanas. Nadie había hecho nada parecido. Bir era una zona poco visitada y remota en aquel entonces y cada kilómetro se hacía con dificultad, tanto en tierra como en vuelo.

Bob escribió acerca de su viaje en 1997: ¡Explora el Himalaya en vuelo! Detente cada noche en un lugar diferente, sin vuelta atrás, avanzando siempre hacia la montaña siguiente, cruzando valles hasta la cresta siguiente. Vuela sin apoyo en tierra, solo con un amigo volando a tu lado para ayudarte”.

Casi veinte años después, esos artículos parecen un manual sencillo de vuelo vivac. En esa época, iniciaron una revolución. El dúo terminó su viaje en la frontera nepalesa. “Vimos detrás de un policía un puente de cuerdas que cruzaba el río Kati… Llevaba hacia los cielos inexplorados de Nepal occidental y aventuras sin contar”. Bob regresó con Robbie Whittall, pero Silvester formó una alianza completamente diferente para llevar las cosas al siguiente nivel.

Cuando John Silvester empezó a volar por rutas enormes por los Himalayas y a hacer películas, su GoPro tenía enfoque manual, pesaba 70 kilos y se llamaba Alun Hughes. La alianza fue genial. El público logró ver los vuelos de John por los picos más altos del mundo con diálogos, comentarios y expresiones faciales”.

Estoy seguro de que algunos los veían y se imaginaban que eran Silvester, pero apuesto que la mayoría se sentía como Hughes. Haciendo dinámica por la cresta, con el estabilo a metros de las rocas y la nieve, sacándole el jugo hasta a la más mínima ascendencia para pasar del otro lado del collado. Los recibe una zona remota. Ni una señal de vida humana. Solo tú, en tu arnés, sosteniendo la cámara, esperando que John Silvester te lleve a tu destino.

Fue una “aventura al estilo Shackleton”, como lo describió Eddie Colfox, recordando a uno de los héroes de los inicios de la exploración en la Antártica. Salvo que Ernest Shackleton pasó meses metiéndose en problemas e incluso más tiempo sacando a todos sin rendirse (me imagino). Silvester reía sin parar mientras subía por los Himalayas toda la mañana y regresaba volando a tiempo para cenar.

Silvester veía estas aventuras como exploración en montaña. El parapente era un medio para ir a lugares imposibles, ver paisajes increíbles y ver la intensidad de las zonas más remotas de la Tierra. Las imágenes de el aplaudiendo para calentarse las manos en Birdman of the Karakoram de Alun Hughes con aquel paisaje increíble a 7000m. Un mortal como cualquiera con chaqueta y mitones, colgado de una tela y cuerdas, viajando por un relieve inverosímil y de vuelta. Maestría Zen, optimismo, visión. Su voz chillaba como su vario: “¡Va a estar bueno, lo sé!”

Los últimos dos años habían sido tranquilos para Silv. Su hija Molly B describe esta época reciente. “Durante los últimos años, había soñado con aventuras en velero, que probablemente se le despertó después de un viaje que hicimos con unos amigos hace seis años desde lo más alto de Escocia, por las Hébridas, Irlanda, la isla de Man y de vuelta a Gales. Recuerdo haber dado carreras en la autopista para ir a encontrarnos con ellos.

“Así como el Himalaya era un lugar de paz para él, le gustaba la idea de conocer lugares cerca de casa. Le encantaba despegar desde The Quarries y familiarizarse con las curvas de Snowdownia, desde el punto de vista único que le permitía el parapente. Disfrutaba construir su hogar y su familia, supongo, en este paisaje en el que hizo su vida”.

En una época en la que el mundo cambió tanto, John se trazó un camino de pureza sin preocuparse por influencias extrínsecas. Sin fanfarrias, sin seguidores en Instagram, sin latas de bebidas gaseosas en las fotos.

Una vez de despertó en casa, vio que el clima estaba bueno, tomó un parapente viejo y voló por todo Gales y rompió el récord británico. Si necesitaba un nuevo granero, construía uno de piedra y madera recuperada. Si quería un arnés mejor, modificaba uno con cinta y línea de parapente. Si necesitaba hospedaje en Europa, compraba una van oxidada y la mantenía él mismo. Cuando quería explorar las montañas más remotas del mundo, soñaba, planificaba y alcanzaba un nivel de maestría único y lo lograba.

Como todo buen escritor, Silv hacía, no hablaba. Me enseñó a volar, nos enseñó nuevas rutas, récords y aventuras. Le enseñó al mundo del parapente lo que era posible hacer en los lugares más altos del mundo. John buscó la libertad y al hacerlo, redefinió el parapente – e hizo arte. 

John Silvester falleció de causas naturales a los 61 años el 23 de mayo en Gales. Gracias a la familia de John: Nicky, Molly y Dru por su colaboración en este artículo. También a sus amigos Rob Whittall, Bob Drury, Eddie Colfox, Gavin McClurg y Keith Simpson por haber compartido sus recuerdos

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